Seis contusionados en una rápida carrera de los toros de Miura

14/07/18


Un mozo dramáticamente colgado del pitón derecho de un miura castaño desde la bajada al callejón hasta el túnel de entrada al ruedo, -varias decenas interminables de metros- ha sido la escena más sobresaliente del último encierro de San Fermín de este año, protagonizado por los toros de Miura, rapidísimos una vez más -2 minutos y 12 segundos- y sin ningún herido por asta de toro, según el primer parte médico.

Seis han sido los mozos contusionados por caídas, atropellos y golpes en la cabeza (3), la caja torácica (2) y uno en la zona lumbar, un muy leve balance para la leyenda de una peligrosa ganadería de toros de muchos kilos, fieros y complicados en el ruedo, y muy nobles en el encierro.

Pero la imagen del encierro, la más impactante, sin duda, ha sido la de ese mozo arrastrado por la bajada al callejón; un toro lo enganchó por la camiseta y el pañuelo y, así, materialmente colgado, recorrió una distancia que pareció eterna mientras el joven trataba sin conseguirlo de deshacerse del pañuelo y el toro continuaba su camino sin conseguir apartarse de tan sorprendente molestia. Afortunadamente, el desenlace se produjo ya dentro del túnel de entrada al ruedo, y parece que el suceso ha tenido un final feliz, pues el mozo pudo recuperar la verticalidad, asustado, eso sí, y magullado, pero vivo y coleando, lo que no está nada mal después de tanto tiempo tan cerca de un acompañante tan fortachón y peligroso.

Por lo demás, mucha gente en este último encierro, carreras a toda velocidad, encabezadas una mañana más por los cabestros en la cuesta de Santo Domingo. Un toro de capa negra les ganó la partida en la calle Mercaderes y casi toda la manada llegó compacta a la curva de Estafeta. Allí, por vez primera en estos sanfermines, se produjo un extraño suceso, habitual antaño, pero desconocido en 2018, cual es que los miuras se estrellaron contra los tablones, aunque ninguno cayó al suelo ni ningún mozo sufrió atropello. Por una vez no funcionó el líquido antideslizante o, sencillamente, es que era tal alta la velocidad que nada ni nadie pudo evitar el morrocotudo golpe.

Abarrotada estaba la calle Estafeta en este último día. Bonitas carreras de los mozos más experimentados, numerosas caídas producidas por la velocidad de los toros -cuatro patas avanzan más que dos piernas-, y así llegó el grupo hasta el tramo de Telefónica, donde, como suele ser habitual, se habían apostado varios corredores que fueron barridos por los morlacos que no contaban con la curva ni con los visitantes.

Allí se produjo el encuentro entre el toro castaño y el mozo que resultó enganchado y arrastrado; allí comenzó una historia corta, dramática e interminable.

Y, al final, la noticia, -felizmente-, es la rápida carrera de los miuras, toros que cumplían su encierro número 52, que han dejado 16 corneados en su larga historia, pero ya han cumplido cuatro años sin heridos por asta.

Y cuando se cumplían dos minutos y doce segundos y entró en los corrales el último toro se acabaron los encierros de 2018.

En unas pocas horas desaparecerá el vallado, esos 900 postes verticales y 2.700 tablones horizontales que han servido de cobertura a uno de los espectáculos más emocionantes; esta tarde, la última corrida y a las doce de la noche el ‘pobre de mí’.

Hasta el año que viene, San Fermín.