Opinión


18/02/20

Tomás Amparán

  1. La esclavitud de la expresión

    Es una pena, pero tenía que suceder, tarde o temprano tenía que ocurrir, nos están quitando una de esas libertades fundamentales que tenemos en la sociedad, y es la libertad de expresión. Es así, les guste o no, eso de decir lo que uno piensa a través de un escrito, a través de una información, a través de una red social o a través de un chiste, se ha terminado. Que tiempos aquellos en los que se nos llenaba la boca hablando de libertades, no quedan muy lejos, de hecho en la historia de la evolución fue hace un momento. Era fantástico ver a la gente diciendo lo que pensaba sin miedo a represiones. Y miren ahora, en el mejor de los casos haces unos chistes o te metes con Dios, y los Tribunales te empapelan. En el peor, dibujas unas viñetas y sabes que vendrán unos tíos fanáticos con kalashnikov a pasarte por la piedra. Yo tengo dos cosa claras, una es que nadie me pegará un tiro por la espalda por dibujar viñetas porque pinto terriblemente mal, y la otra es que nunca seré Ministro. Con la que está cayendo seguro que algún artículo habré escrito que me impida tomar posesión como miembro de ningún Gobierno. En buena hora me metí en Tuiter o Facebook y en mejor hora me permitió mi amigo Claudio expresar en estas líneas lo que pensaba. 

    Estamos envueltos en una polémica que protagoniza un actor, que en su día fue alguien y que ahora se arrastra por las calles insultando y faltando al respeto a mucha parte de la población. Podría nombrarle, pero sería dar publicidad a alguien que no se la merece. Vaya por delante que yo soy una persona creyente  y vaya por detrás que me parece totalmente injusto lo que le está sucediendo. Estamos viviendo una época confusa, las libertades empiezan a resquebrajarse y parece que todos estamos mirados con una lupa censora que dictamina si lo que hacemos o decimos es apropiado y correcto. Este buen tipo un día se levantó y decidió escribir graves ofensas contra Dios y la Virgen María. Hay quien dirá que insultar a alguien que no existe nunca podrá ser una falta de respeto. Otros en cambio nos sentidos ofendidos por escuchar ciertos insultos que van en contra de nuestra libertad religiosa. Y aquí es donde quería llegar. Cómo podemos anteponer una libertad a otra, quien dictamina si la libertad de expresión es más o menos importante que la libertad religiosa. Yo les voy a dar mi opinión y espero no “pecar” de subjetivo. Cagarse en Dios o en la Virgen María es algo malsonante, repulsivo y de muy mal gusto, y lo único que hace es dejar clara la catadura moral del individuo, pero en ningún caso puede pisar un solo tribunal para ser juzgado por tal ofensa. Miren el delito de blasfemia hace 30 años que se eliminó de nuestro cuerpo jurídico. En un estado aconfesional es inconcebible que nadie, absolutamente nadie, pueda pisar un Tribunal e ir a juicio por unas blasfemias. Yo lo siento, este chico, como les pasa a muchos últimamente, ha cruzado la barrera de lo irrespetuoso pensando que por eso son mejores que nosotros, sin darse cuenta que son una gente vulgar y con muy pocos valores. Pero eso no puede ser, de ninguna manera, un motivo para que acabes en la cárcel. No vivimos en un estado represor en el que no se puede decir lo que uno piensa. Creo que la libertad de expresión, junto con la libertad de información, tan denostada también últimamente, son libertades fundamentales que deben estar por encima de cualquier cosa, siempre que no atenten contra el honor personal. Pero ni de lejos es el caso. Dios no va a bajar aquí a poner el grito en el cielo y a quejarse por la ofensa sufrida, y que nosotros nos sentamos ofendidos por nuestra educación y sentimiento católico, no es razón suficiente para montar el lío que ciertos jueces trasnochados están causando. Hay un dicho que dice que “no hay mayor desprecio, que no hacer aprecio”, pero nosotros seguimos rasgándonos las vestiduras porque alguien se ha cagado en Dios. Como si fuera el único que lo ha hecho… 

    No estoy de acuerdo con lo que este personaje ha dicho, me parece burdo, irreverente y una falta de respeto y educación, que lo único que produce es lástima de pensar cómo será en su día a día, pero eso es una sensación personal, y nunca debe ser un juicio de valor. Lo que de verdad me resulta incompresible es que un Tribunal pierda un solo segundo juzgar algo así. Me parece una falta de respeto a todos los casos verdaderamente importantes que se amontonan en esos archivos viendo pasar el tiempo, sin que estos mismos jueces les den solución. Nada justifica sus palabras, pero que tire la piedra aquel que esté libre de pecado. Y una de dos, o aceptamos como normal que en esta sociedad cada uno se pueda expresar libremente o nos exponemos a que nos puedan empapelar a todos. 

    Y mientras todo esto sucede y el tipo está pendiente del juicio, muchos de nosotros seguiremos diciendo lo que pensamos, aun sabiendo que quizás algún día habrá alguien que se dedique a rebuscar entre nuestros escritos y nos haga plantearnos que somos unos seres indecentes e indeseables por pensar como pensamos y decir lo que decimos.