Opinión


01/10/19

Tomás Amparán

  1. Juguetes rotos

    Estos días se habla mucho de Greta Thunberg, me imagino que a estas alturas ya todos la conozcan. Se trata de esta jovencita sueca que se ha convertido en la punta de lanza del movimiento climático. Activista medioambiental que va por el mundo dando charlas sobre el apocalipsis climático al que estamos abocados. Y la verdad es que estando bastante de acuerdo con el fondo, a día de hoy nadie puede negar que nos estamos cargando el planeta, y que la herencia que vamos a dejar a nuestros nietos va a ser terrible, no estoy en nada de acuerdo con las formas. Y sobre eso va este artículo, sobre Greta, y no sobre su lucha. Me vino a la cabeza escribir estas líneas cuando hace unos días ella misma declaraba que "le han robado su niñez y su etapa en el colegio". Evidentemente, en su performance teatral, esto quedaba muy bien ante las autoridades mundiales, pero no deja de tener razón, la han robado su niñez, la pregunta que yo me hago es, ¿quién lo ha hecho? Y la respuesta que yo me doy es la siguiente que les voy a plantear.

    Es fácil hablar de uno mismo cuando pasó su niñez y gran parte de su adolescencia en aquellos maravillosos años 80, todo envuelto en ese halo fantástico de la EGB y el BUP. Evidentemente no somos mejores que nadie, pero tengo claro que fuimos mucho más felices que los niños de hoy en día. Hoy se tiene de todo al alcance de la mano, en aquella época tenías que echarle mucha imaginación a la vida. Hoy los niños se pasan el día entre YouTube y los juegos del móvil, mientras que en aquella época nos leíamos una y otra vez a los Hollister o vivíamos las venturas que Enid Blyton nos sugería con Los Cinco. Los niños de la ciudad de hoy si tienen suerte, pueden salir a la urbanización, en cambio nosotros éramos chavales de barrio. Todo esto que les digo, siendo cierto, no es ni mejor ni peor. Lo que sí tengo claro es que esta sobre exposición que tenemos a las redes sociales y a la sociedad de la tecnología es mucho peor a aquella que teníamos nosotros sin móviles y con ordenadores de 48K. Pregunten a un niño que le gustaría ser, seguro que muchos les dirán que youtuber e influencer. Esa es una realidad incuestionable, la fama, el dinero, el vivir bien siempre ha sido un anhelo, pero antes eso se sabía que se conseguía con esfuerzo, dedicación, trabajo y tiempo, ahora todo es inmediato. Me hago un video, lo cuelgo en la red, me empiezan a seguir y me convierto en alguien “popular”. Y ese es el quid de la cuestión, la popularidad. Para nosotros la popularidad era muy distinta, nuestra visión del mundo era muy limitada, nuestro colegio, nuestro barrio y los amigos el pueblo donde veraneábamos, pero ahora todo es global, como la misma sociedad. Queremos que nos sigan para poder ser alguien, eres tan bueno como los “likes” que tengas en tus publicaciones.

    Pero volvamos al caso de Greta, y pueden llamarla así o llamarla Martina, Cloddet o cualquiera de los niños o adolescentes que pueblan Youtube con miles y miles de seguidores. A mi modo de ver perdiendo su niñez haciendo cosas de mayores. Greta ha decidido ir de ciudad en ciudad hablando de cosas que corresponde a otras personas hacer, expuesta constantemente al foco de la actualidad, con lo que ello supone, dejando de lado sus labores. Y sus labores no son otras que estudiar, salir con gente de su edad, relacionarse con otros jóvenes y prepararse para su futuro, ese futuro que en su caso pudiendo estar  claramente encaminado, está tristemente escrito. Es difícil hacer un gran edificio sobre cimientos de arena, y es lo que está haciendo esta chica. Y hablo de ella, como si de alguna manera fuera responsable de lo que la está ocurriendo, cuando no debería ser así, porque de ninguna manera podemos achacarla a ella nada de lo que la va a pasar en un futuro próximo. No podemos hacerla responsable de nada de todos los problemas que va a tener, los psicológicos, mentales, económicos, depresivos que va a arrasar para el resto de su vida. Porque, tanto en su caso, como en el de muchos otros, los únicos responsables son sus padres, esos progenitores irresponsables que no son nada en la vida y deciden utilizar a sus hijos para tener la popularidad y el dinero, que ni en sueños ellos van a tener por sus propios méritos. La educación depende de lo que se hace en casa, de lo que los padres inculcan a sus hijos. Un adolescente tiene su capacidad de decisión muy limitada, su libertad es corta, tanto como la edad que tengan, y si las figuras responsables de su educación no hacen bien su trabajo será un fracaso de los padres, no de los niños.

    Greta se ha ido paseando por Naciones Unidas, de reunión en reunión, pero no he visto a ningún responsable de todos esos programas que luchan contra la explotación infantil y juvenil en la ONU decir nada en contra de la vergonzosa exposición pública a la que esta chiquilla ha sido expuesta. A toda la polémica innecesaria a la que Greta, apoyada por la irresponsabilidad de sus padres, está siendo sometida. En unos años, cuando nadie esté hablando de Greta Thunberg, cuando se haya olvidado su lucha, cuando sus padres a causa de la popularidad mal gestionada de su hija, y debido a los problema legales y económicos que esto va a traer, desaparezcan. Cuando llegue eso y ella se encuentre sola, desatendida sin saber enfrentarse al día a su día, nos llevaremos las manos a la cabeza y pensaremos en otro juguete roto.

    A Greta no la han robado su niñez y su etapa en el colegio el cambio climático ni el problema ambiental en el mundo, lo han hecho los responsables de su educación, dejándola indefensa en un mundo de mayores, que es salvaje y al que una adolescente de 15 años no debería tener que enfrentarse.