Opinión


15/04/21

Javier Domenech

  1. La guerra de Gila

    El dislate en que se han convertido las estrategias de vacunación frente a la pandemia de Covid, es una imagen perfecta de inoperancia, descoordinación e ignorancia. Durante meses se confinó a la población y cuando llega la segunda etapa de la batalla,  tras enterrar a los muertos y mal atendido a los  enfermos, se afronta ahora  el desafío de las vacunaciones.

    Ha habido tiempo más que suficiente para pensar cómo se iban a realizar. Pero, ¡ay!, las vacunas no llegan como triunfalmente se había anunciado y cuando lo hacen, se enredan en diferentes protocolos de actuación o se descansa los fines de semana. Incluso se añaden dudas sobre los riesgos de algunas o se cambian constantemente los protocolos para su administración. En Cantabria ha habido responsables sanitarios que entienden su misión como la de amenazar con cerrar todo tipo de establecimientos, permitiendo que el Día de la Salud, se suspendieran las vacunaciones por ser una fiesta local.

    En este desiderátum  mientras unos deciden comprar la vacuna rusa, otros  reúnen  a sus expertos regionales para contrastar lo que dice la Agencia Europea del Medicamento y nuevamente se crean comisiones para definir la estrategia. Los valencianos sí pueden negociar para conseguir la vacunas rusa, pero los madrileños, no. Estos, junto a extremeños, mallorquines y canarios deciden abrir sus territorios. El resto, ni en broma. Pero todos contentos de que lleguen turistas  sin certificado alguno de haberse realizado una PCR.

    Vamos a imaginar que un utópico día Portugal, nos invadiera, en alianza con tropas "o cepas" marroquíes y andorranas. Alarma general. Toque de queda. Reuniones en la cumbre. Tras el estupor inicial y la negativa a considerar la amenaza, festejando el Día de la Mujer o acudiendo al futbol, el General en Jefe solicitaría apoyos especiales en el Parlamento para asumir la autoridad suprema. Los vascos, exigirían más competencias en compensación y mallorquines, valencianos y catalanes que las normas se escribiesen en su idioma. Los gallegos, como siempre, no se sabría si están dispuestos a cooperar o a criticar. Los canarios pedirán que se resuelvan sus problemas de pateras. Otros se conformarán con la construcción de unos kilómetros de AVE y todos estarán dispuestos a vender su apoyo, como así ha ocurrido. El General en Jefe, en constantes apariciones televisivas, señala el plazo en que se alcanzará la victoria, aunque cuenta con  un ejercito, donde cada uno hace la guerra por su cuenta. Como no hay munición "respiradores, batas, mascarillas" las buscan donde pueden. Otros construyen hospitales de campaña mientras son criticados con el argumento de que la comida se sirve fría. Y se venden mascarillas con un IVA elevado mientras la Ministro de Hacienda afirma que Europa no autoriza su rebaja. O  mentía o no tenía ni idea.

    Tenemos un Mariscal al mando que proclama que el enemigo será derrotado, señalando incluso los plazos en que se alcanzará la victoria y un quimérico objetivo de tener al 70% de la población vacunada en verano. Aunque no  ha hecho bien las cuentas: casi 200.000 dosis diarias serían necesarias "más de ocho mil al dia, mañana, tarde y noche" como jamás ha hecho acto de presencia en hospital alguno. A sus órdenes, está el Ministerio de Sanidad, como supuesto Estado Mayo, con los jefes de negociado constituidos en un comité de expertos, incapaces de distinguir entre virus y bacterias o una PCR de un test antigénico, que ni controla aeropuertos ni restringe la entrada a viajeros de países con elevadísimas tasas de contagio. En medio de la batalla, al Mariscal en Jefe se le ocurre la genialidad de promover operaciones para descabalgar a algunos presidentes autonómicos y tras su fracaso, dimite el Vicepresidente de Asuntos Sociales, el que debía velar por la asistencia en las Residencias de ancianos, para hacerle frente en las nuevas elecciones.

    ¿Puede ganarse una guerra cuando cada uno actúa por su cuenta?. ¿Está la sanidad española, la mejor del mundo mundial, según los sloganes oficiales, capacitada para hacer frente a situaciones de emergencia nacional con dieciocho gobiernos con competencias dispares?. ¿Y qué piensan de la clase política dirigente que afronta esta crisis? Pues piensen en la guerra de Gila y tendrán respuestas.