Ayuso la lía en Madrid

04/05/21


Diaz Ayuso

Isabel Díaz Ayuso, una absoluta desconocida sin gran recorrido hace solo dos años, se consolida como el nuevo fenómeno político del momento. La presidenta madrileña y candidata del PP es la gran vencedora de las elecciones madrileñas, donde ha arrasado hasta tal punto de lograr más escaños que los tres partidos de izquierda juntos, lo que le permitirá gobernar con comodidad y sin necesitar a Vox para cada ley. El bloque de la derecha se refuerza con claridad y saca 77 escaños (64 del PP y 13 de Vox) frente a los 59 de la izquierda (25 del PSOE, 24 de Más Madrid y 10 de Podemos). Hace solo dos años, la diferencia entre ambos era de cuatro escaños. Ahora pasa a 18. Madrid gira así claramente aún más a la derecha.

Una participación histórica, 11 puntos más alta que la de 2019, no solo no ha aupado a la izquierda, sino que la ha hundido aún más sobre todo por el desplome del PSOE, que viene de ganar las elecciones en Cataluña pero se ha pegado un batacazo en Madrid con una caída de nueve puntos. Díaz Ayuso no ha logrado arrasar y llegar a la mayoría absoluta, pero le bastaría con la abstención de Vox para ser investida. Ahora queda por saber si este grupo querrá o no entrar en el Ejecutivo madrileño, pero los resultados alejan esa posibilidad.

La izquierda fracasa en su intento de buscar un vuelco con la movilización del voto del sur. La clave de este fiasco es el pinchazo del PSOE, que se deja en menos de dos años buena parte de sus apoyos pese a tener el mismo candidato que en 2019 ganó ampliamente las elecciones en Madrid, Ángel Gabilondo, aunque no pudo gobernar porque el bloque de derechas tuvo más escaños que el de la izquierda.

Grave desgaste del PSOE

El resultado implica un grave desgaste del partido del Gobierno que contrasta con el reciente éxito que tuvo en Cataluña, donde ganó las elecciones. Más Madrid sube, pero menos de lo esperado (un punto), mientras Podemos, con su líder al frente, sube poco más de dos puntos. Entre los dos no compensan ni de lejos la caída del PSOE, por lo que el bloque de la derecha avanza en Madrid a pesar del desplome de Ciudadanos, que como estaba previsto se queda lejos del 5% y pierde sus 26 escaños, que van en su totalidad al PP.

La gran duda que queda ahora es qué consecuencias tendrá este resultado espectacular del PP en Madrid para la política nacional. Pablo Casado, el líder de los populares, fue el primero en hablar en el famoso balcón de Génova, que ahora está buscando un nuevo ocupante, para marcar claramente la imagen de que la derecha empieza su recuperación en Madrid. El PSOE ha mostrado un desgaste mucho mayor de lo esperado en una comunidad clave, pero los socialistas insisten en encapsular este fracaso como si Madrid fuera una isla política. Desde el PSOE insisten en que “Madrid vota distinto que el resto de España” y recuerdan los pésimos resultados del PP en Cataluña o en el País Vasco. Lo cierto es que este brusco movimiento del tablero político empezó con una decisión del PSOE y Ciudadanos, que hicieron una fallida moción de censura en Murcia que con una especie de efecto mariposa rapidísimo ha terminado con una victoria aplastante en Madrid que refuerza claramente al PP, que absorbe por completo a Ciudadanos, e inyecta moral a los votantes conservadores, que ahora creerán que es posible volver a La Moncloa. “Uniendo a todo el centro derecha se puede ganar a Sánchez. Hay partido. Hay futuro”, clamó Casado. “La libertad ha triunfado nuevamente”, remató Ayuso entre gritos de “libertad, libertad”.

Madrid se convertirá así en el ariete del PP de forma rotunda. La comunidad de capital ha sido el epicentro de la oposición del PP cuando no está en La Moncloa ya desde la época de Esperanza Aguirre, que competía con Mariano Rajoy y constantemente le afeaba que no fuera lo suficientemente duro con José Luis Rodríguez Zapatero.

Ahora hay que ver también qué consecuencias internas tiene esta victoria en el PP. Aguirre, con importantes apoyos en algunos medios conservadores como le sucede a Ayuso, fue la gran pesadilla de Rajoy, hasta el punto de que el entonces líder de la oposición se movió rápido después de su segunda derrota electoral en 2008 y buscó el respaldo de dos regiones clave, la Comunidad Valenciana, controlada por Francisco Camps, y Andalucía, en manos entonces de Javier Arenas, para cerrar el paso a un posible movimiento de Aguirre para disputarle el liderazgo del partido. Rajoy logró tantos apoyos territoriales empujado por ese pacto con Arenas y Camps y tantos avales que Aguirre finalmente desistió y no le planteó batalla en un congreso que, no por casualidad, se hizo en Valencia y no en Madrid, el territorio que siempre fue hostil a Rajoy.

Fue en esos días cuando el líder del PP, lanzado contra Aguirre, pronunció una frase que años después algunos dirigentes veteranos han recordado ante la división de la derecha: “Si alguien se quiere ir al partido liberal o al conservador, que se vaya”, dijo en un golpe directo a la entonces presidenta madrileña, que siempre presumió de liberal. Rajoy se vanagloriaba entonces de que él se presentaba a ese congreso porque lo pedían sus compañeros, y no “ningún periódico ni ninguna radio”.

Ayuso tiene todo el poder

Las cosas han cambiado mucho en el PP actual, pero el esquema se repite de alguna manera. Ayuso arrasa y tiene todo el poder en Madrid, la comunidad más rica y la que más peso político y mediático acumula, al ser la capital política y financiera y la sede de los principales medios de comunicación del país. Mientras, Pablo Casado sufre en la oposición, sin opciones claras de volver al Gobierno, con un peso muy reducido en el Congreso, a pesar de que con la repetición de las elecciones en 2019 pasó de 66 a 89 escaños, y con un profundo cuestionamiento interno similar al que sufría Rajoy en 2008. Casado ha perdido dos veces, pero en el mismo año, y todo indica que tiene fuerza interna suficiente como para llegar a las próximas elecciones, donde sí tendrá su prueba de fuego.

La gran diferencia sobre Rajoy es que Casado puso a Díaz Ayuso en esa candidatura, ella le debe su puesto, mientras Aguirre venía de la época de José María Aznar y nunca se consideró deudora de Rajoy, más bien rival política. En el PP muchos temen que Ayuso y su mano derecha, Miguel Ángel Rodríguez, envalentonados por esta victoria, romperán amarras con Casado e incluso pensarán en sustituirle en algún momento si no cuaja su liderazgo. Esto es, que Ayuso se convertirá en una nueva Aguirre a todos los efectos. Pero tanto en el entorno de Casado como en el de Ayuso insisten en que el que diga eso no conoce la verdadera relación política y personal entre ambos, y sobre todo insisten en que Ayuso solo ha logrado apoyo político para dos años y ahora tiene que prepararse en una especie de campaña permanente -que es lo que ha dominado su mandato- para pensar en consolidar este poder en las elecciones de 2023 y no perderlo frente a la izquierda y también cerrarle el paso a Vox.

Ayuso es un fenómeno político muy particular, porque fue elegida por Casado sobre todo porque era muy amiga suya y una persona que consideraba fiel y a prueba de todo. Cuando la eligió, Casado sufría un momento de gran debilidad interna y usó su poder para colocar a personas fieles en lugares estratégicos. El de Madrid era fundamental. Sin embargo, Ayuso rápidamente empezó a volar sola, y mucho más desde que Rodríguez se convirtió en su jefe de Gabinete. Ahora vendrá una gran prueba de fuego para comprobar como se hace ese equilibrio de poder interno entre Ayuso y Casado. Si el líder del PP permite a la presidenta madrileña que se haga con el control del partido en Madrid, algo que Rajoy le permitió a Aguirre aunque después se arrepintió, esto indicará que ha optado por dar vía libre al ayusismo y ella marcará claramente su impronta en la dinámica del PP. Si por el contrario decide hacer una especie de contrapoder y dar la batalla para que el PP de Madrid esté en manos de alguien como Ana Camins, querrá decir que Casado quiere tratar de controlar a Ayuso y no caer en los errores de Rajoy con Aguirre.

Esa será la batalla interna del PP. Pero en la fotografía de larga distancia, la que ve los equilibrios de la política nacional, el golpe que acaba de dar el PP es muy fuerte y el PSOE demuestra un desgaste brutal que hará reflexionar a La Moncloa y a la sede de los socialistas, en la calle Ferraz, sobre los motivos de este golpe. De ese análisis y la capacidad de darle la vuelta depende también la estabilidad del Gobierno para los próximos meses, en los que no es descartable que el PP aproveche este momento de debilidad de los socialistas para adelantar las elecciones en Andalucía, donde también podría reforzarse claramente frente a una izquierda que vive un momento de debilidad con guerras internas tanto en el PSOE como en Unidas Podemos.