María Elena Oliva Gómez gana el concurso El valor de lo vivido con 'Érase una vez Esperanza'
Elvira Martínez obtiene el segundo premio con su trabajo ‘Recuerdos de Tri’ y Jesús Morlote consigue el tercero con la obra ‘El coleccionista’.
María Elena Oliva Gómez se ha alzado con el primer premio del XIII concurso de relatos cortos ‘El valor de lo vivido’ con la obra ‘Érase una vez Esperanza’, mientras que Elvira Martínez ha obtenido el segundo premio con su trabajo ‘Recuerdos de Tri’ y Jesús Morlote, el tercero con la obra ‘El coleccionista’.
La alcaldesa, Gema Igual, ha felicitado a los premiados y los ha animado a seguir desarrollando la mente y los recuerdos. “Gracias por permitirnos entrar en vuestras vidas, por compartir con nosotros un pedacito de vuestra existencia que, por un motivo u otro, os ha marcado de forma indeleble”, ha asegurado.
Ha sido durante un encuentro en el Ayuntamiento, acompañada por la concejala de Salud, Noemí Méndez, donde ha destacado el éxito que un año más ha tenido este certamen municipal diseñado para promover la participación de las personas mayores en una actividad que estimule las funciones cognitivas relacionadas con la memoria, a través del recuerdo de experiencias vividas y su plasmación escrita.
“Asistimos hoy a uno de los actos más entrañables de cuantos celebramos en el Ayuntamiento de Santander”, ha afirmado la regidora, y ha recordado que se trata de un concurso “especial”, ya que todos los participantes, -mayores de 65 años, residentes en Santander o vinculados con el municipio-, han presentado relatos originales en los que han plasmado sus experiencias personales, centradas principalmente en la niñez y la juventud, pero también en la guerra, viajes, amores o cambios generacionales.
“Con ‘El valor de lo vivido’ descubrimos una parte de Santander y muchos talentos. Así lo asegura el jurado, que en esta edición ha destacado no solo el valor literario de los trabajos, sino su riqueza lingüística y narrativa”, ha añadido Igual.
Los tres ganadores han recibido 500, 300 y 200 euros, respectivamente, y sus relatos se publicarán en la página web del Ayuntamiento de Santander.
Esta iniciativa se enmarca en el Programa de estimulación cognitiva de la memoria y de los procesos cognitivos asociados (atención, concentración, percepción, organización de recuerdos, deducción, lógica, etc.) que tiene en marcha el Consistorio.
Relatos ganadores
‘Érase una vez Esperanza’ (María Elena Oliva – Primer premio)
La autora cuenta cómo en un día de limpieza encuentra una pequeña góndola en una caja guardada y cómo de repente afloran los recuerdos de la chica que en su día se la regaló, Esperanza. Una joven que abandonó su pueblo y su familia para ir a trabajar, como empleada del hogar, a casa de la autora. Desde el mismo momento en que se conocieron, entablaron una gran amistad, convirtiéndose Esperanza en su amiga y confidente.
El sueño de Esperanza era viajar a Alemania, en busca de oportunidades laborales, pero para ello necesitaba aprender a leer y escribir, cosa que remedió la autora, enseñándole clandestinamente por las noches.
‘Recuerdos de Tri’ (Elvira Martínez – Segundo premio)
En este relato, la autora cuenta la vida de su tía Tri, la hermana pequeña de su madre. Desde el momento en que llegó a este mundo, tuvo que afrontar grandes dificultades, las cuales siempre solventó gracias a su tesón y esfuerzo. Nació prematuramente junto a su gemela, que murió a los pocos años de vida, y debido a una enfermedad que le dañó gravemente la visión, no pudo ir a la escuela, cosa que no le impidió aprender a leer y a escribir.
Tri era una mujer menuda, guapa y trabajadora. Vivía en casa junto a su hermana mayor, la madre de la autora. Siempre estaba dispuesta a realizar cualquier tarea del hogar y trabajó como dependienta en comercios de Santander, para lo que tenía una gran habilidad y desparpajo.
‘El coleccionista’ (Jesús Morlote – Tercer premio)
El autor cuenta su vida desde un punto de vista muy particular, como una colección (de años) que se propuso hacer a los pocos días de su nacimiento. Sus primeros años de vida trascurrieron con el ajetreo de la Guerra Civil y recuerda cómo se vivían los bombardeos, anunciados por el sonido de las sirenas o cómo se resguardaban en el “Túnel de Tetuán”.
Hace referencia a lugares característicos de su barrio de nacimiento, El Sardinero, y a todas las casas a las que se fueron trasladando a lo largo de su infancia (en el “Barrio de la luz”, en la “Calleja del Norte”, en la calle “Nicolás Salmerón” y finalmente a la calle “Menéndez Pelayo”).
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