Opinión


08/11/22

Javier Domenech

  1. Regalo de cumpleaños

    Hasta el día 30 de octubre he esperado en vano una invitación de cumpleaños. De los miles de muchachos que cumplen 18 años, ninguno ha sido capaz, no solo de invitarme a la fiesta, sino que ni siquiera me ha dado las gracias por mi regalo. Y eso que el obsequio asciende a nada menos que 400 euros, lo que muy pocos recibirán de sus propios padres o familiares el día de la onomástica. Una cantidad que debo apartar de los gastos de luz o de gas o de la subida de los alimentos. Y además, de forma forzosa, porque nadie me lo advirtió, ni aparecía señalado en ningún lugar del impreso de la Declaración de la Renta con la cuadrícula de donación a la Iglesia o a otros fines sociales. Nadie dijo que parte del dinero pagado a Hacienda iba a ir destinado a festejar el cumpleaños de quienes nacieron hace dieciocho años.

    Pero un Ministro, encargado de la cartera de Cultura, ha decidido que cada uno reciba un cheque regalo de 400 eurazos para que se lo gasten en ir al cine, asistir a conciertos de rock o comprarse videojuegos. Y son casi medio millón de mozalbetes los que pueden recibir los tres millones y medio de euros destinados a una generosa diversión con el dinero ajeno, al fin y al cabo una nadería en el conjunto manejado por el Gobierno. A ellos hay que añadir otros quince por la campaña de difusión que en televisión y otros medios se ha dedicado en dar a conocer el festejo, aunque por el momento, y dada la complejidad de trámites exigidos, solo un la tercera parte de los beneficiarios los haya solicitado.

    Es posible que algunas industrias relacionadas con el ocio lo festejen. Pero mientras tanto, son también muchos cientos de miles los jóvenes que siguen sin encontrar trabajo, deben pagarse los obligados masters de sus estudios o serán copartícipes de la parranda que desde el Ministerio de Cultura alegremente se regala, en un país que afronta una inflación cercana al 10%, unos precios de calefacción que anuncian un crudo invierno y una deuda que obligará a las próximas generaciones, precisamente a los jóvenes y niños que nos rodean, a pagar los dispendios y las alegrías del ilustrísimo señor ministro de reconocida afición bailona y del resto del gabinete, incluyendo al Presidente del Gobierno, quienes también lo aprueban.

    La misma cara de estupefacción con que yo he contemplado repetidamente en televisión el anuncio del regalo de cumpleaños del Ministerio de Cultura habrán mostrado los supervisores del presupuesto español en Bruselas ante la generosa dádiva en plena crisis global. Si ya antes habían señalado que las ayudas otorgadas a España no llegaban a sus destinatarios o denunciaban el desvío de las mismas, ahora contemplarán recelosos un gasto público desmesurado, similar al que puede presentar un país millonario, en plena expansión económica.

    Usted no puede disponer de 400 euros de su sueldo o pensión para ir al cine, ni siquiera para esa cantidad para organizar el festejo de cumpleaños de sus hijos, porque debe afrontar una subida de precios que amenaza su bienestar o asumir el costo del alza de los alimentos, pero su vástago de 18 abriles puede pasarlo en grande, porque el Ministerio de Cultura, en nombre de todos los españolitos de a pie, le va a dar un regalo en espera de su próximo voto agradecido. Y es que hay gobernantes que además  de insensatos, son sencillamente tontos.

    Yo, por mi parte, sigo esperando la carta de agradecimiento de los beneficiarios del cumpleaños.