Opinión


01/03/23

Juan Azcuénaga

  1. Turismo en la cueva de El Castillo (Puente Viesgo) hace 175 años

    Se anuncia para el próximo día 3 de marzo la inauguración del Centro de Arte Rupestre de Puente Viesgo como un recurso más para promocionar el turismo cultural en nuestra región.

    Esto nos recuerda el impacto que tuvo en fechas ya lejanas el uso medicinal de las aguas termales de Puente Viesgo cuyos asistentes/pacientes y/o sus acompañantes aprovechaban el resto del tiempo para las entonces llamadas "distracciones". El documento, escrito por Juan de Mata Herrero, que se decía médico director del balneario desde 1832, relata una curación de 1730 y la visita a las aguas, en 1760, del cura párroco de Entrambasmestas. La primera caseta de baños, según el relato, se construyó en 1785, que sería reemplazada por la casa que a la sazón existía y que fue edificada en 1843 con plano y dirección de un celador de caminos. En el referido documento vemos que, ya en 1848, se describía ampliamente la visita a la cueva, sin mención alguna de pinturas. Por su curiosidad copiamos íntegro el texto: «El Cerro llamado del Castillo es de figura piramidal, que se eleva verticalmente sobre el nivel del pueblo de Viesgo, envuelto á ocasiones en la sombra que le ocasiona, particularmente en la declinacion del sol  hacia el Ocáso, cerca de dos mil varas, siendo su base estensisima, y de forma casi circular. A la mediania de tan elevada y enorme montaña, toda de piedra, frente al camino Real, hay una formidable cueba, cuya descripcion parecera novelesca y fabulosa, pero es cierto, y positivo; y cuyo fin nadie há osado ver. Preparado con faróles y buenos bastones ó mas bien trancas de apoyo y un buen practico del pais, se penetra por una estrecha entrada y al momento sorprende la vista de un gran salon ovalado de cincuenta pies de longitud y latitud, y de setenta á ochenta de altura, formando media naranja en donde se ven piedras cristalizadas de hermosas figuras. En seguida de este y sobre su derecha, hay otra entrada de bastante amplitud y altura seguida de un descenso precipitado pero escalonado de rocas á cuyo remate se halla otro salon de figura de un corredor que tiene 400 pies de largo, en cuyos costados se ven pendientes enormes trozos de piedra que infunden pavor, figurando columnas filigranadas por la nraleza con la destilacion del agua gota á gotas y algunas tienen cincuenta pies de altura. Como á ciento cincuenta pasos sorprende admirablemente una especie de galeria con tres ó cuatro arcos de magnificos relieves y pereginas labores que no podria igualar el mejor de los artifices humanos: su techo es abovedado. Pasase despues á un bonito gabinete, de diez á doce pies de longitud y latitud por otros tantos de altura, siendo su suelo techo y costados de un color hermoso, dorado claro. Luego la diversidad de senos é indecisa direccion de los mismos junto con la perplegidad de los guias no permiten pasar adelante y se regresa no sin un tanto de pavor». La mención que se hace de «un buen practico del pais» induce a pensar que los vecinos conocían, y visitaban, la cueva y algunos hasta servían de guía a las personas forasteras.

    Años más tarde, Pedro María Rubio, probablemente basándose en este relato se refería así a la cueva: «A la mitad de la subida del cerro del Castillo hay una gran cueva natural, con estalactitas de formas variadas é imponentes».

    En 1880 se presentaba solicitud de registro de doce pertenencias bajo el nombre de «Veinte de Julio», de mineral de calamina y otros, al sitio denominado «Cueva del Castillo».

    Algo más adelante, en 1883, se decía que «Los bañistas que se encuentren con fuerzas para pasear un poco largo deben visitar una gruta que se encuentra poco más allá del pueblo, en la montaña de figura cónica aparente» y también encontramos un amplio detalle, que incluimos íntegro, de lo que en dicha gruta se podía encontrar: "A un tercio de altura de estas montañas y hácia la parte que da frente á la carretera del valle de Toranzo, se abre en forma triangular, de poco más de un metro por lado, la boca de esta gruta á la que hay que subir por un plano algo inclinado: inmediato á la boca ó entrada aparece un salon cubierto de gruesas estalactitas y estalagmitas, desde el que se pasa á otro por medio de una suave rampa en curva tendida hasta llegar á él; se encuentra este aproximadamente debajo del primero. Desde el segundo arrancan dos galerías, la de la derecha de corta extension, dice la descripcion de que nos valemos para dar noticia de esto, «está cortada por una faja que en sentido de la longitud y pendiente del techo, la divide como un cortinaje ó paño de seda blanca, siendo de notar que blancos son tambien, techo, suelo, paredes y cortinaje. La otra galería es grandiosa, tiene arcadas atrevidas, columnas gruesas, y la bóveda es tan elevada que apenas llega á ellos el rayo de una luz algo viva.» No cabe, termina la relacion, en las condiciones de ese libro, describir minuciosamente los sorprendentes efectos de los grupos estatuarios que se encuentran al paso, formados por estalactitas blancas y afectando personajes bíblicos, ni podemos recordar el órden en que se siguen despues unas salas á otras. La parte de la gruta á que nos referimos tendrá más de doscientos metros de largo, y termina en un escarpe de difícil acceso, en cuya cima se divisa la oscura boca de otra galería que probablemente será practicable hasta cerca de las Caldas." Después insistía de nuevo que este «viajecito» era muy curioso «y deben hacerle» los bañistas que pudieren y sus acompañantes.

    Estas descripciones del interior de la cueva del Castillo nos sirven para comprobar que la visita a su interior era una propuesta permanente para entretenerse durante la estancia en Puente Viesgo y son anteriores al descubrimiento del arte parietal y de su yacimiento prehistórico realizados por Hermilio Alcalde del Río. La cueva era no sólo conocida, sino también visitada por naturales de la zona y por los forasteros.