Opinión
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Centenario de la fiesta de los toros en Potes
Cuando se habla de las ferias de Potes nos imaginamos las tradicionales que se celebran por la festividad de Todos los Santos. Fue el monarca castellano Juan I quien, confirmando un albalá dado en Burgos el día 28 de junio de 1379 y confirmado en dicha ciudad el siguiente 30 de julio del mismo año, concedía a Potes dos ferias anuales "francas e privilegiadas e con todas las franquezas e libertades", una tendría lugar el primer día de agosto y quince días de duración y la otra el día de Todos los Santos y de una semana de duración. Esta de Todos los Santos es la que, como decíamos, continúa celebrándose.
Pero cuando nos referimos a la fiesta de los toros no es a las ferias de ganado, sino a los festejos taurinos que tuvieron lugar en la capital lebaniega. Cantabria cuenta con plazas de toros en Santander, Santoña, Castro Urdiales, Ampuero y Rasines, aunque este tipo de espectáculos también han tenido lugar en plazas ocasionales en otros lugares de la región. Incluso en la misma capital, existiendo plaza de toros, ha habido espectáculo, por ejemplo, en el campo de fútbol de Peñacastillo, como recordaba Eusebio del Prado, o en el Prado de San Roque en celebración del Regimiento de Infantería Valencia con participación de Tonetti.
En 1920 y 1921, durante las fiestas de la Santa Cruz, tuvieron lugar dos corridas de toros cada año en una plaza de toros que se levantó en la plaza de la Serna . En 1920 la plaza se comenzó a levantar "unos ochos días antes de la corrida" por el maestro Solís. El presupuesto "de construcción y destrucción" se calculaba en 2.500 pesetas y cabían unas 2.200 personas (almas en la terminología de la época), ó 2.500 según otra noticia. Se decía que era "Un ruedo bastante perfecto, amplio y de buen piso; unos cuantos burladeros, muchos, diseminados en el perímetro, nada de callejón; una barrera alta de tablas, sencillas, como todo, separaba el ruedo de los tendidos, sobre estos al poniente, un segundo piso formado de pocos palcos, otro de estos sobre la entrada principal y abundantes ramas de chopo para procurar alguna sombra por la parte del poniente". El ruedo tenía unos 20 metros de diámetro. Los asientos eran "Tablas sencillas y sin respaldo colocadas formando en conjunto circunferencias concéntricas en la mente del constructor pero no en la realidad y cuyo nivel iba elevándose a medida que se alejaban del centro, aunque en la proporción que fuera de desear". Digamos que las entradas se agotaron, "quedándose sin ellas más de una tercera parte del público". Se contrató a un diestro regional, a Andrés Pérez, "Montañesito", quien había actuado recientemente en Barcelona, que lidiaría dos novillos cada tarde, de la ganadería de Justo Delgado (Nava del Rey, Valledolid), los días 14 y 15 de septiembre, de la que también se hizo eco la columna "Perfiles cómicos" del periódico El Cantábrico:
"¡Señores, alégrense ustedes! ¡Va a haber dos corridas de toros en Potes!
¡Ahora sí que se va á fijar la atención de los santanderinos en las indescriptibles bellezas de Liébana!
Con los toros marchará
el turismo viento en popa,
que al mundo que viene y va
cualquier toro le atraerá
más que los Picos de Europa".
Que por causas conjuntas,
en nuestra España á los ricos
de inteligencias presuntas,
¡les entusiasman las puntas
bastante más que los Picos!
Presidía la primera corrida el alcalde de Potes, Juan José Bustamante, asesorado por el juez, Francisco P. Narro; el comandante de la Guardia Civil Pablo Incera; y Jesús Jusué. Los toros de la antigua vacada de Tertuliano Fernández, el primero, berrendo en negro, pequeño y abierto de cuerna, manso "desde la punta de los pitones á la del rabo", busca la huida. Banderillean Carnicerito y Rafael Toboso, clavando dos pares cada uno.
"Montañesito" vestía "terno encarnado con cabos de áureo metal", brinda a la presidencia y sufre un achuchón en el primer pase por lo que torea con precauciones. despachándole con una estocada ladeada. El segundo, algo mayor que el anterior, de capa negra y algo más "bravo". El "Montañesito" es ovacionado por tres verónicas, pero luego salió de estampida y le puso, a los acordes de un pasodoble, un par de palos después de mil esfuerzos, como les ocurrió también a Carnicero y Toboso. Brindó a la Empresa (Félix Cuevas) y dio un buen pase por alto con la izquierda. Así que cuando pudo le largó un "estoconazo del lado contrario" para terminar. Se decía que "Los toros, buenos... para tirar de una carreta". "Montañesito" trató de agradar, pero no pudo hacer nada, y los banderilleros bregaron lo indecible.
En la segunda de las corridas programadas, en el primero berrendo en negro, capirote y botinero, "Montañesito" "pudo sacar más provecho", atizándole un volapié que tumbó al astado y le valió "Ovacionaza, vuelta al ruedo y la oreja". El segundo de terno negro, alto de agujas y recortadito de pitones, hizo una lidia franca, pero no le supieron sacar partido, y "Montañesito", al herirle se cortó el dedo pulgar izquierdo con el estoque pasando a la enfermería, por lo que le despachó Rafael Toboso, un ex novillero sevillano, conquistando aplausos por su esfuerzo, pero que con el estoque no "camela", necesitando varios pinchazos y una atravesadísima para acabar con el animal.
Como anécdota desgraciada la de Amador Fernández Cicero, de 15 años, que al pretender arrancar de las manos de otro una banderilla, se la clavó en una pierna.
Escasa información encontramos en la prensa regional sobre las corridas del año siguiente, cuyo centenario se ha cumplido. En 1921, nuevamente se construía en el mismo lugar una plaza de toros de madera, de mayor capacidad (unas 3.000 personas) y coronada por 30 palcos, en la que se lidiarían seis toros de la ganadería de don Vicente Martín, de Boecillo (Valladolid), por la cuadrilla del novillero Ramón Fernández Zumel, "Habanero [Guanamacos (La Habana), 31 de agosto de 1895 — Valladolid, 7 de agosto de 1960], que para entonces ya tenía un pasodoble con su nombre. Las corridas fueron amenizadas por la banda del Regimiento Valencia de Santander. En la primera de las corridas, el 14 de septiembre, el ganado resultó manso y difícil y el espectáculo bastante soso. En el intermedio, las señoritas que presidían la corrida hicieron una cuestación para los soldados de África, recaudando 697 pesetas.
En la segunda corrida, al día siguiente, la entrada no pasó de mediana. El ganado resultó algo más bravo y "Habanero" estuvo valiente y trabajador con la capa y la muleta, ganándose algunos aplausos, que se trocaron en bronca a la "hora de la verdad". La recaudación a favor de los soldados de África, inferior a la del día precedente, fue de 528,80 pesetas. Meses después encontramos que la aportación por "Colecta hecha en la plaza de toros" fue de 1.229,45 pesetas, algo superior a la suma de las cifras citadas.
Parece que el esfuerzo de los organizadores no se vio recompensado con el éxito del festejo. El novillero "vallisoletano" derrochó voluntad. pero los toros no acompañaron. Quizás ello fuera la causa de que no volvieran a celebrarse corridas de toros en la capital de Liébana.