Opinión


22/09/23

Juan Azcuénaga

  1. El príncipe de Gales recaló en Santander, en 1623, en su viaje de regreso

    En 1623 era rey de España Felipe IV, pues su padre, Felipe III, había fallecido el 31 de marzo de 1621. James I de Inglaterra y VI de Escocia, reinaba en Inglaterra desde el 24 de marzo de 1603; cumpliría los 57 años durante el viaje a nuestro país de su hijo el príncipe de Gales, Charles Stuart (Carlos Estuardo), que tenía 22 años y que reinaría con el título de Charles I (Carlos I) desde el 27 de marzo de 1625 hasta su muerte el 30 de enero de 1649, depuesto y ejecutado por los revolucionarios. La intención de este viaje era gestionar un casamiento con la infanta María Ana, hija menor de Felipe III. Vino acompañado del duque de Buckingham, George Villiers. Sin embargo, el viaje que duró ocho meses, fue inútil pues fracasaron las negociaciones para ese matrimonio por la exigencia española de que el inglés abrazara el catolicismo, además de los intereses políticos de ambas naciones.

    Abundan los escritos sobre este viaje y sus connotaciones, pero aquí lo que nos interesa recordar es la estancia en nuestra ciudad, hace cuatrocientos años, del príncipe de Gales y el séquito que vino con él.

    El monarca español designó que lo acompañaran hasta el puerto de Santander al cardenal Zapata, el marqués de Aitona, el conde de Gondomar y, en representación del Consejo de Estado, Agustín Mesía, además del secretario Andrés de Prada. El viaje hasta Santander lo realizaron por El Escorial, Palacio de Valsaín, Alcázar de Segovia, Valladolid, Palencia y Frómista.

    De este viaje hay un relato escrito por Gabriel de Homs, natural de Barcelona, publicado Por la viuda de Delgado, en Madrid, ese mismo año, dedicado al Sereníssimo Infante de España don Fernando de Austria, Cardenal de la santa Iglesia de Toledo, con el extenso título de Breue y verdadera Relacion de la jornada que hizo el Serenissimo Principe de Gales hijo legitimo y heredero del Rey de Inglaterra, desde Madrid a Santander dōde se embarcò para su tierra, Refierense los Caualleros y persones granes que su Magestad mandó le acompañaran. Y los oficios que le siruieron. Y Ansi mismo los lugares, Villas, y Ciudades donde le aposentaron, y el recebimiento que le hizieron. Este relato romanceado apenas menciona su llegada a nuestra ciudad, el generoso convite y finalizando con la partida, viento en popa, el 28 de septiembre de este año 1623.

    En la Crónica de la provincia de Santander, que publicara Manuel de Assas en 1867, se narra cómo había llegado a Madrid el sábado 18 de marzo de ese año 1623, habiéndose hospedado en casa del embajador inglés en la calle Alcalá. Desde el domingo 26 de marzo, en que hizo su entrada pública en la población, hasta el día de su partida, el sábado 9 de septiembre, estuvo alojado en el piso bajo del Palacio Real. Da cuenta de una desgracia ocurrida en nuestra ciudad: «una noche un barril de pólvora que en una casa tenían para festejar las noches con luminarias é invenciones de fuego, se pegó y voló una casa de una parte á otra. Entró el Quiñones y sacó un hombre y una mujer y una criatura que estaban enterrados, los dos muertos, y la criatura viva en los brazos de la mujer». A acoger al príncipe vinieron 14 navíos de guerra, de los que decía que el que menos portaba 60 cañones, destacando el buque insignia, el Prince, que era «un prodigio ó castillo en el mar». La prisa por acogerse en el navío, hizo que habiendo llegado al anochecer del día 22 ordenara su traslado al citado Prince, pero una fuerte tormenta estuvo a punto de hacer zozobrar el bote que le transportaba, siendo auxiliado por un bote del Defiance, pues los barcos ingleses habían anclado a prudencial distancia de los cañones del puerto. Las condiciones de la mar obligaron al príncipe Charles a esperar algunos días en nuestra ciudad.

    Ángel Rivas Albaladejo, utilizando documentación del Archivo de Simancas, da cuenta de la llegada del Príncipe de Gales a nuestra región el día 20 de septiembre desde Aguilar de Campoo a Reinosa, a caballo por ser el trayecto "algo desacomodado para coche". El 21 se desplaza de Reinosa hasta Puente de Anievas, donde informaron al príncipe que la armada inglesa estaba ya en Santander. El 22 entraba en Camargo donde le esperaban "el corregidor y el capitán a guerra tenía hecho formado su escuadrón y a la entrada de la puerta le ofreció las llaves y la villa en nombre de Su Majestad". El príncipe cogió las llaves y las volvió a depositar "en la fuente" en que se las habían ofrecido". Da cuenta de las dificultades ocurridas en el embarque, que hemos mencionado. El 23 el príncipe fue "a comer a tierra" y a eso de "las tres o las quatro pidió el coche y se fue a embarcar". No quiso el príncipe alojarse en la población, que el duque de Buckingham y el embajador inglés explicaron que "la priessa de Su Alteza no procedía de mala satisfacción que tuviese ni de mal hospedaje sino que como se llega el otoño y esta costa es tan trabaxosa empezando las aguas y vientos, no quería perder hora de tiempo sino embarcarse". El embajador florentino en Madrid, Giuliano de Médice di Castellina narraba que S. A. "ofreció un suntuoso banquete" que estuvo dotado de ciervo, cabra y todos los animales terrestres "vinieron vivos y frescos". También informa de la provisión de comida para el viaje hasta Santander, que no procede incluir aquí.

    Efectivamente, organizó el príncipe una despedida el domingo 24 de septiembre dando un banquete a los señores y caballeros que lo habían acompañado. Este recuerdo gastronómico se recogió en la Relación de lo acaecido en Santander durante la estancia de S. A. el Príncipe de Gales, que no hemos localizado, citado, por ejemplo, en Dionisio Pérez: Guía del Buen Comer Español, Madrid, 1929.

    Assas  nos lo refiere así: «Sirviéronse todas á un tiempo, y sirviéronles 1,600 platos de estraordinaria y mucha vianda con grande ostentacion, cubriéndose la mesa seis veces, y los 400 fueron de dulces. Fué el banquete de pescado y carne de mar y tierra; y á los brindis, que fueron muchos, á la salud de los reyes, Inglaterra y España, á los infantes y príncipe y la señora infanta María, se disparaba toda la artillería de la armada, que era tanta como se ha visto; y algunas veces descomponían los aparadores que estaban con la ostentacion que se deja inferir de tan real accion. Salióse bien tarde de él».

    Homs por su parte nos relata cómo estaban dispuestas las mesas y en cuanto a la comida nos dice que «En todo fue generoso / y el combite fue dispuesto / bien conforme a su grandeza, / como a Príncipe discreto. / Las aues se hallaron juntas / porque bolando vinieron / El Fenix, no del Arabia, por que estaba renaciendo. / Y despues que ya en la mesa / estauan en orden puestos, / brindauan las Magestades,/ y las pazes de los Reynos./ A cada brindis disparan / mostrandose lisonjeros, / doze pieças porque en todo / muestra  su valor entero. / Los Ingleses cortesanos / Narcisos nos parecieron, / pero estaua el Sol de España, de quien tomaron reflexos. / ...»

    Enrique de Leguina en su obra Recuerdos de Cantabria (1875) nos hace relación del matalotaje o provisiones cargadas en los navíos británicos, que no para el banquete: «Dos mil gallinas. Dos mil pollos. Dos pichones. Quinientas capones. Cien carneros. Dozientos cabritos. Doze bacas. Cinquenta ternera. Cinquenta perniles. Cinquenta barriles de azeitunas. Cinquenta pipotes de conserva. Cien pellejos de vino. Doze pellejos de azeyte. Ocho pellejos de vinagre». Además de Salsería potajería, frutería.

    El relato inglés, muy breve, expresa que hubo festejos en el pueblo y a bordo. 

    De nuestra ciudad zarpaba el 28 de septiembre y llegarían a Portsmouth el 15 de octubre (señalamos las fechas según el calendario español, pues el inglés tenía una "diferencia" de 10 días respecto al de aquí y las hemos tomado de Samuel Rawson Gardiner: Prince Charles and the Spanish Marriage: 1617-1623, 2 vols., London, 1869 y de Rafael Iglesias: La estancia en Madrid de Carlos Estuardo, Príncipe de Gales, en 1623: Crónica de un desastre diplomático anunciado, Isle, Illinois, USA, 2001).

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